Un 2024 caliente en África
La diversidad continental ofreció ejemplos del empeoramiento del cambio climático, conflictos armados e inestabilidad diversa pero también varios escenarios electorales calmos
Aunque África apenas emite el 3% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global, no obstante es una de las regiones más castigadas del planeta en cuanto a sus efectos en un año en el que el mundo alcanzó su mes más cálido en octubre y para un continente que registra temperaturas levemente superiores a las promedio. Según información de Naciones Unidas, más de 170 millones de personas padecen hambre aguda en África subsahariana. Esto se explica en base a fenómenos climáticos extremos. Por ejemplo, mientras una gran parte del sur continental se ha visto asolada por una gravísima sequía, causada por el fenómeno de El Niño, países como Sudán y Sudán del Sur han sufrido lo inverso, terribles inundaciones que han afectado, por caso, en el segundo país a más de 1 millón de habitantes. A los problemas propios de la situación climática, en el vecino del norte se suma el drama de la guerra próxima a cumplir dos años que devino en la crisis humanitaria más grave del mundo al haber dejado sin hogar a más de 14 millones de personas, con casi 3 millones refugiadas en países vecinos, y, según las estimaciones más altas, hasta 150.000 muertes desde que irrumpió la tercera guerra civil sudanesa en abril de 2023 tras desacuerdos en el fuero militar y una contienda interna que incluye la intensificación del genocidio en Darfur y la mitad de un país de casi 50 millones de habitantes hambreado. Las tratativas de paz, con mediación internacional, han caído en saco roto a lo largo de todo el año.
No solo un Sahel caliente
La desertificación progresiva en el área saheliana complica una situación humanitaria que pende de un hilo en zonas considerables de esta área dando como resultado, en parte, que en África occidental y central se hayan registrado más de 50 millones de personas enfrentadas a la escasez crónica de alimentos, incluyendo casi 17 millones de menores, según datos del PMA de Naciones Unidas proveídos antes de mitad de año. Además que la ruta de Canarias se haya convertido en la más peligrosa del mundo, superando incluso a la más visible del Mediterráneo y, con casi 9.800 muertes en 2024, se llevó la mayoría de entre las ocurridas en las rutas migratorias de acceso a España, un 58% de aumento interanual en esa materia. Otra complicación también respecta al aumento del precio de la alimentación en contextos de carestía pronunciada y el aumento del costo de vida en general que impulsa desplazamientos poblacionales, la mayor parte intraafricanos.
Estos factores combinados generaron la tormenta perfecta para la caída de gobiernos civiles y la llegada al poder de juntas militares entre 2020 y 2023 en su mayor parte de excolonias francesas del Sahel que están dando un vuelco rotundo al vínculo tradicional con su exmetrópoli. Si bien en 2024 no se reportaron nuevos golpes de Estado, el alejamiento de la democracia parece ser el panorama más real en estos países que continúan siendo regidos por juntas golpistas que retrasan el llamado a elecciones. En el caso maliense, en abril se sumó la prohibición de toda actividad política y en Guinea Conakry la promesa de un referéndum constitucional que permitiría al actual líder militar presentarse a elecciones. Al igual que en 2023, la relación de estas administraciones militares con el gobierno de Emmanuel Macron continuó en retroceso, avance inversamente proporcional a la consolidación de la Alianza de Estados del Sahel, formada por Mali, Burkina Faso y Níger a finales de 2023 como una agrupación defensiva que el año pasado avanzó en materia de movilidad y otros asuntos. El sentimiento antifrancés pulula en el ambiente. Por ejemplo, en Burkina Faso fueron reemplazados los nombres franceses en la vía pública por denominaciones locales más la anulación de exportaciones de minerales y la firma francesa Orano, en parte por cruces con el gobierno interino nigerino, anunció el final de sus actividades tras medio siglo de operaciones. Por último, Chad y Senegal solicitaron al Elíseo la retirada de efectivos militares y de cooperación. En la primera, el golpista Mahamat Déby, hijo de quien gobernara por 30 años hasta su muerte en 2021, en mayo “blanqueó” su continuidad al triunfar en elecciones de las cuales obtuvo el 61% de apoyo garantizando la permanencia de la dinastía Déby, hasta el momento una fuerte aliada francesa.
Pese a esos claros reveses para la exmetrópoli, se observó una voluntad de Macron de recomponer relaciones. El 1° de diciembre el mandatario se convirtió en el primero del país en reconocer la masacre de Thiaroye (Dakar, Senegal), en el aniversario 80 de una protesta en la que decenas de soldados desmovilizados del África Occidental Francesa resultaron asesinados por tropas francesas debido al reclamo salarial tras haber combatido en los campos de la Segunda Guerra Mundial.
Si bien las juntas militares que gobiernan en el Sahel prometieron revertir el flagelo del yihadismo, tal desafío está pendiente en la región más insegura del planeta en esta materia, el triángulo comprendido por Mali, Burkina Faso y Níger. Entre los varios ataques yihadistas, causó particular conmoción una serie perpetrada en la primera a mediados de septiembre, en la capital Bamako, que causó más de 90 muertes. Pero aun trascendió más el ocurrido en julio, en la frontera con Argelia y en el marco de combates, ya que las acusaciones se dirigieron a Ucrania. Kiev fue acusado de promover el terrorismo al sospecharse de que el grupo culpable local tuvo complicidad del país europeo al dar su golpe contra el ejército maliense y colaboradores del Afrika Korps (las exmilicias rusas Wagner), resultando en más de 50 bajas militares. En consecuencia, primero Mali y luego Níger rompieron relaciones diplomáticas con Ucrania. En suma, 2024 constató la expansión del frente bélico ucraniano en el Sahel. El avance gradual de Rusia, buscando contrarrestar los movimientos del enemigo, pero también aprovechando el repliegue francés, fue otra novedad en estos últimos doce meses.
En suma, 2024 constató el avance ruso en África y la expansión del frente bélico ucraniano en el Sahel, una zona en deterioro de paz al igual que el Cuerno de África, al comenzar el año con un acuerdo entre la no reconocida Somalilandia y Etiopía para ofrecer una salida al mar a la segunda, negociación que puso los nervios de punta en Mogadiscio en una región en la que no faltan problemas gracias, en su mayoría, a países en los cuales la seguridad es una deuda pendiente, como en Etiopía, esta última aquejada por dos conflictos armados internos de gravedad si bien la guerra más importante concluyó oficialmente hace poco más de dos años (Tigray). Sin embargo, si 2024 comenzó tenso por aquel tratado, el año cerró en positivo con un principio de acuerdo entre Addis Ababa y Mogadiscio, mediado por Turquía, pero cuyo avance será objeto de revisión en 2025.
Protestas y elecciones
No solo en el Sahel como en el pasado, sino en el presente las complicaciones en la economía diaria propiciaron el ciclo de protestas más álgido del año, en Nigeria, durante agosto, a imagen y semejanza del ocurrido casi dos meses antes en Kenya, causado por el rechazo a un proyecto de reforma impositiva en el país del Cuerno de África que generó represión con más de 50 muertes, la destrucción del parlamento nacional y el reemplazo del gabinete entero del presidente William Ruto. En Nigeria la cifra de muertes llegó a las 24 acompañada por centenares de arrestos, un gobierno incapaz de lidiar con una inflación que supera el 30% mensual y una población superior a los 210 millones que incluye al 40% viviendo bajo pobreza. Uganda también se sumó a este tándem de naciones convulsionadas por la protesta, que tuvieron como eje la proclama anticorrupción durante julio, y, más avanzado el año, Mozambique fue el último en estallar a partir de una crisis postelectoral frente el descontento por la primacía del histórico Frelimo una vez más ganador, el partido que gobierna desde la independencia en 1975, sumado a denuncias de fraude que comprendieron la acusación y procesamiento del principal opositor, Venâncio Mondlane, señalado como el principal instigador de los desórdenes. A pesar del reconocimiento del Constitucional de la victoria del candidato oficialista Daniel Chapo, quien asumirá el próximo 15 de enero, la oposición continúa díscola. En suma, la crisis iniciada el 9 de octubre se salda (por el momento) con más de 150 muertes producto de la represión estatal, más, aprovechando el desconcierto general, la fuga en diciembre de alrededor de 1.500 reclusos de un penal y, por si fuera poco, el paso del ciclón Chido que agregó otra centena de decesos y la destrucción de más de 100.000 hogares, incluso arrasando el archipiélago francés de Mayotte, sito en el Océano Índico.
En otra dimensión, los procesos electorales que no se desbordan carecen de atención mediática, y África también los tuvo como el resto del mundo durante el año. En general, no fue un buen año para los oficialismos. Un caso muy importante de esto último fue Sudáfrica, en la cual se celebraron elecciones generales a fines de mayo. Como se preveía, el Congreso Nacional Africano (ANC, por su sigla en inglés) perdió la mayoría absoluta y debió ajustarse a gobernar en coalición junto a los principales partidos opositores, entre estos la Alianza Democrática (DA), un partido de centroderecha, dirigido por blancos pero de prédica en su momento antiapartheid, y los Luchadores por la Libertad Económica (EFF), una agrupación radical que busca, entre sus objetivos, la reforma del régimen de la tierra para compensar a las mayorías africanas, pues las huellas del apartheid perduran a nivel socioeconómico, no obstante, a 30 años de su fin. Su líder es un exANC, Julius Malema, que en el pasado formó parte de la juventud de la agrupación. La novedad fue la escisión y formación de un partido nuevo, uMkhonto we Sizwe (Lanza del Pueblo), tomando el nombre del antiguo brazo armado del ANC, presidido por un desertor del mismo y expresidente que fuera destituido por la plana del mismo, Jacob Zuma. Sin embargo, cuarta fuerza resultante de los comicios, se negó a integrar la coalición emergente. El desgaste del caudal electoral del ANC es progresivo y se explica desde varios frentes, la marcha de la economía y la corrupción en primer lugar. Sudáfrica es el país más desigual del mundo y al menos el 30% de su población está desempleada e igual cifra empobrecida, sobre un total de 62 millones de habitantes.
Cambios importantes con elecciones bastante tranquilas (al final) se dieron en Senegal, en marzo, cuando, tras una grave tensión preelectoral, la situación se destrabó y la sucesión presidencial anunció la llegada al poder de una figura disruptiva y el presidente más joven del país, Bassirou Diomaye Faye, panafricanista, antiimperialista y de pronunciada retórica antifrancesa. De haber estado proscripto, en apenas un año llegó a la máxima posición de poder. Coherente con su pensamiento, en diciembre solicitó el retiro de toda presencia francesa del país de África occidental. En contraste, bajo comicios tranquilos pero sin sorpresas, el mandatario de Rwanda, Paul Kagame, obtuvo 99,18% de los votos en julio, un resultado más que curioso para un líder de rasgos autoritarios que gobierna el país de los Grandes Lagos desde 2000 sin intenciones de abandonar el sillón presidencial y acompañado de una muy buena imagen internacional. Fue noticia el proyecto de deportación de migrantes con rechazo de solicitudes de asilo suscripto entre este país y el Reino Unido que sin embargo fue anulado a partir del cambio de administración política británica en favor del laborismo. Argelia ofreció un caso parecido de continuidad rotunda, el presidente Abdelmadjid Tebboune obtuvo en septiembre el 94,65% del sufragio para la continuidad de un régimen bastante cuestionado si de democracia se trata. El país norafricano ofreció una imagen simbólica durante los Juegos Olímpicos de París cuando, en el Río Sena, la delegación nacional ofrendó flores en memoria de las víctimas de la represión francesa del 17 de octubre de 1961 en esa ciudad, coincidiendo con el aniversario 70 de inicio de la terrible guerra de liberación argelina (1954-1962).
Más avanzado el año Botswana, Namibia y Ghana no fueron noticia por elecciones limpias y transparentes. En la primera hubo sorpresa ya que el oficialismo perdió y se retira tras 58 años de poder ininterrumpido desde la emancipación. En Namibia el gobierno tuvo continuidad a pesar de la pérdida de poder parlamentario pero la novedad es que una mujer gobernará por primera vez, Netumbo Nandi-Ndaitwah, la actual vicepresidenta, del partido SWAPO, fuerza que lograra la independencia respecto del apartheid sudafricano, en 1990. Finalmente, en Ghana se rompió una vez más la continuidad partidaria en un sistema acostumbrado a la alternancia, pues el expresidente John Dramani Mahama volverá al poder bajo un contexto crítico, signado por un fuertísimo endeudamiento en el contexto de una temible crisis económica pese a ser Ghana un bastión democrático continental a más de 30 años del último golpe militar. En su conjunto, parece ser que la economía ha sido la variable decisiva a la hora de definir procesos electorales, particularmente en Ghana. En líneas generales, no fue un año del todo bueno para los oficialismos, ante duros reveses como en Sudáfrica o Botswana, entre la formación de coaliciones y/o la disminución significativa de escaños parlamentarios.
A qué prestar atención en 2025
El triunfo del expresidente Donald Trump en noviembre fue una de las noticias más destacadas en el plano de la agenda internacional. Su regreso, a partir del 20 de enero a la Casa Blanca, lleva a preguntarse cuál será su política hacia África si se considera que bajo su primer mandato la política africana de Washington fue casi nula. Por lo pronto, a fines de 2024 Joe Biden visitó por única vez Angola en la que fue su única gira africana en cuatro años, prometiendo inversiones millonarias para afianzar una línea férrea en orden a aprovechar el potencial minero y competir con China, una de las principales prioridades de Washington bajo la premisa “America first”. ¿Seguirá Trump los pasos de la gestión demócrata precedente o su competencia con el gigante asiático tendrá como frente de batalla otros escenarios y no precisamente el africano? Lo que sí se señala es un posible reconocimiento de Somalilandia por la gestión entrante, más que nada en tanto forma de provocación hacia China.
En atención a otro interrogante sobre el peso de las superpotencias en el continente, Rusia también ingresa en este marco de planteos. Actualmente es el primer armador de países africanos y su influencia no para de crecer. Sin embargo, la caída del dictador Al-Assad y las complicaciones para Rusia en Siria, ¿no pueden implicar un retroceso en los frentes africanos? Como sea, por caso, la Alianza de Estados del Sahel cuenta con el respaldo insoslayable del poderío ruso y un reajuste del mismo sería perjudicial para estas juntas militares. En contraste, pareciera ser más segura la convicción que el 2025 continuará siendo de repliegue francés y, al respecto, habrá que ver cómo evoluciona la promesa de la moneda común en África occidental, el Eco, en reemplazo del franco CFA, unidad monetaria emitida desde Francia que controla la economía de quince países de la zona, verdadero cordón umbilical del neocolonialismo de París en la región.
Al igual que Francia, otra expotencia colonial que ha revisado su pasado colonial es el Reino Unido cuyo gobierno hace meses anunció la decisión de devolver el archipiélago de Chagos a su excolonia Mauricio, islotes que reclamaba desde su independencia, en 1968, bajo algunas presiones internacionales preexistentes pero incumplidas por Londres. Este compromiso de devolución deberá efectivizarse este año pero, gracias al cambio de gobierno en Mauricio en noviembre, la nueva administración colocó en entredicho el cumplimiento del acuerdo pues, entre otros argumentos, la isla de Diego García no comprende parte de la restitución al ser un puesto militar reservado por alquiler a los Estados Unidos dada su importancia geoestratégica en el Índico.
Este año habrá varias elecciones a considerar en África: Tanzania, Malawi, Gabón y Togo, entre otras. Particular atención concitarán las generales en Camerún. Allí, entre varios contendientes, la gran duda es si el actual mandatario camerunés, Paul Biya, quien gobierna desde 1982 y es el más longevo del mundo (91 años), buscará un nuevo período de siete años. En tal caso, la continuidad estaría garantizada pues las credenciales democráticas del país de África central son una entelequia. Costa de Marfil disputará presidenciales y 2025 anuncia una campaña intensa y muy reñida, más considerando el suspenso acerca de si el mandatario actual, Alassane Ouattara, se presentaría a un cuarto período, juzgando la inestabilidad y la resistencia que ha generado ese tipo de decisión en otros contextos africanos o el pasado marfileño turbio. Con antecedentes preocupantes en la primera década del siglo actual, entre 2010 y 2011, además de las últimas elecciones en 2020, el país vivió contextos de crisis postelectorales muy graves, que dejaron más de 3.000 víctimas mortales, y tuvieron a Ouattara en el centro de la escena. Es decir, cada nueva instancia electiva permite aflorar fantasmas de desborde y de posible guerra civil como en el pasado. Entonces, parte del stress electoral este año supone evitar riesgos de escaladas violentas. Egipto es de destacar, con legislativas, en un marco sumamente autoritario desde la asunción del poder del general Abdelfatah Al-Sisi hace ya más de una década. Aunque sin elecciones en 2025, también en el norte africano, un escenario similar al egipcio es el tunecino, el cual presenta una deriva autoritaria creciente bajo el mando de Kaïs Saied, a seguir examinando en los meses venideros tras resultar reelecto con 90,7% del voto en octubre.
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