Revolución, panafricanismo y anticolonialismo en el corazón del Sahel
Una confederación está reescribiendo la historia en una región muy volátil
Soportando años muy violentos desde 2015 por la irradiación del yihadismo más el avance de la desertificación, poblaciones muy jóvenes en general pero empobrecidas y sufriendo altas tasas de desempleo y, en líneas generales, una acentuada falta de oportunidades, estas variables catalizaron la tormenta perfecta para que juntas militares en varios países del Sahel dijeran “basta” y tomaran el poder desde 2020 en una seguidilla de golpes que han reconfigurado la región desde hace un lustro. Se ha consolidado un “cinturón golpista” que cruza el Sahel uniendo África de punta a punta, desde el Atlántico al Mar Rojo.
Entre 2023 y 2024 surgió la Alianza de Estados del Sahel (AES), compuesta por Mali, Burkina Faso y Níger como resultado de ese golpismo generalizado en el Sahel. Primero se planteó esta nueva entidad confederal como un pacto defensivo y, luego, tras su primera cumbre en Niamey (capital nigerina) una confederación, a partir de julio del año pasado.
Lo anterior obedeció en gran parte a motivos militares. Tras el ascenso juntista en Níger (julio de 2023) se temió una reacción regional de la Ecowas (o Cedeao, la unión zonal económica de África Occidental), una posible intervención para reinstaurar el gobierno democrático en dicho país y posibilitar la liberación del presidente derrocado, Mohamed Bazoum. Sin embargo, esa operación militar nunca llegó y la Ecowas solicitó la reintegración de los tres países alejados, opción que se descartó proclamando la separación definitiva a comienzos de año. Con intenciones expansivas, el bloque AES incita a unirse a más países si comparten sus ideales anticolonialistas.
Interpretando los cambios
Una característica determinante y en común es que todos los golpismos se dieron, excepto en el caso sudanés, en excolonias francesas. Esta peculiaridad debe ser interpretada como un giro en contra de la exmetrópoli la cual, sin embargo, aun domina la economía. En efecto, en la mayoría de la región (quince naciones) aun circula el franco CFA, unidad monetaria en paridad al euro, digitada desde Francia. Pero en otras cuestiones las juntas de estos tres países han avanzado en medidas soberanas con un claro simbolismo “antioccidental” en el sentido de explicar que si por mucho tiempo varios de los actores de ese Occidente se dedicaron a humillar y saquear África, ya es la hora de una agenda africana decidida por gobiernos soberanos. Así, desde Niamey, Bamako y Ouagadougou, se solicitó la expulsión de la presencia militar francesa y de otros países occidentales (como EEUU), así como la retirada de cuerpos y misiones externas, el caso de la Minusma (ONU en Mali) y la descomposición del grupo G5 Sahel, una alianza militar regida por Francia con la finalidad de luchar contra el gran azote regional del yihadismo.
En materia económica, se dispuso la revalorización y nacionalización de recursos naturales vitales como el oro, el litio y el uranio afectando los intereses de empresas extranjeras (destacándose muchas francesas) que operaban extrayendo riquezas lejos del aprovechamiento local. Por ejemplo, en 2024 Burkina Faso suspendió sus exportaciones de oro en bruto y nacionalizó dos importantes yacimientos mineros en poder extranjero. Caso similar puede agregarse del oro en Mali y del estratégico uranio en Níger.
Se evidencia un hartazgo respecto del vínculo neocolonial con París el cual repercute en la esfera cultural. Así como se expulsó a la expotencia a nivel militar también se le ha dado un espaldarazo a nivel comunicativo al ser expulsadas de los tres países las importantes cadenas informativas RFI y France24, medida interpretada como una forma de “liberación” de las mentalidades, de la propaganda de la nación europea y de un sesgo eurocéntrico en lo mediático. Asimismo, en marzo las tres juntas coordinaron su salida de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF) no sin antes haber relegado al francés como “lengua de trabajo”.
Todo lo anterior fue reforzado, en lo simbólico, con cambios de denominación en importantes locaciones urbanas que incluyeron nombres coloniales, de calles y de sitios de interés histórico. Por ejemplo, la principal avenida de la capital de Burkina Faso pasó de llamarse Boulevard Charles de Gaulle a Capitán Isidore Nöel Thomas Sankara, en homenaje a quien emprendió la “Revolución burkinabé” entre 1983 y 1987, un pionero en el intento de cortar el lazo neocolonial con París y que fuera derrocado y asesinado por Francia y sus cómplices locales. En cierta manera, la obra revolucionaria del gobernante burkinabé, Ibrahim Traoré, rememora los pasos dados por Sankara en los años 80 ya que el joven militar se ha comparado con este último varias veces.
Reconfigurando el mapa
El acusado posicionamiento antifrancés produjo un acercamiento a la Federación Rusa. En reiteradas ocasiones el Kremlin señaló la importancia del vínculo estratégico con estas nuevas juntas. Se ligan muchos objetivos, el fortalecimiento de la cooperación en clave “no occidental” (o Sur-Sur), empoderando al bloque BRICS y cuestionando la continuidad de los lazos con las expotencias del pasado, en particular la ruptura de la Françafrique, un conjunto de tramas turbias que unieron Francia y sus excolonias, un complejo neocolonial que atraviesa una crisis rotunda. En materia militar, como visibilidad del acercamiento táctico, se vio la cooperación entre los ejércitos regulares de la AES y las milicias Wagner, más tarde sustituidas por los Africa Corps, brazo militar del Kremlin. Sin embargo, estos cambios estratégicos no han surtido efecto en el sentido de disminuir el impacto del yihadismo en la región que golpea la zona como casi sin parangón en el planeta.
Por otro lado, en el terreno de la gobernabilidad, Moscú estaría haciendo la vista gorda al respeto por la democracia y la promesa de restituirla pues estos regímenes se excusan en largas transiciones al no haber podido remediar el drama de la violencia extremista que en gran parte motivó esta seguidilla de golpes a partir de agosto de 2020.