Los vínculos entre África del norte y el área subsahariana
Personas, ideas y mercancías en circulación, un relacionamiento de vieja data que permite entender el dinamismo de las sociedades africanas, así como el conflicto.
Tradicionalmente se tendió a diferenciar el norte de África del resto del continente, percibiendo una marcada división cultural. En manuales escolares y bibliografía antigua se trataba un “África blanca” en contraposición al “África negra” o “tropical”. Sin embargo, esta visión errónea no refleja la verdadera diversidad poblacional. La Unión Africana, por ejemplo, reconoce a sus 55 países a partir de divisiones regionales geográficas, a las que se suma la diáspora como “sexta” región. Además, el norte de África por lo general se incluye en el conjunto de Oriente Medio, una definición eurocéntrica que se centra en la etnicidad árabe y pasa por alto otros componentes poblacionales.
El Sáhara, que en árabe significa “desierto”, con frecuencia fue percibido como una barrera estéril, sin importancia y en teoría deshabitada. No obstante, la evidencia histórica desmiente esta idea. Aunque no densamente poblado, el Sáhara fue y sigue siendo habitado y, a lo largo del tiempo, se ha convertido en un puente que conecta el norte y el África subsahariana.
A pesar de las obvias dificultades climáticas, el espacio sahariano fue aprovechado para intensificar los vínculos entre las dos “orillas” del continente, sirviendo como ruta para las caravanas transaharianas que transportaron ideas, personas y mercancías durante siglos.
A través de estas rutas, la religión islámica se introdujo e irradió en África Occidental a partir del siglo VIII. Mientras tanto, en el este, la Etiopía cristiana se vio obligada a enfrentarla desde casi su surgimiento. Mucho antes, la antigua civilización egipcia ya había demostrado interés por explorar más al sur, como lo evidencia la destacada expedición de la soberana Hatshepsut al “país de Punt”, en el Cuerno de África. De igual forma, los romanos establecieron puestos precarios en el Sáhara, expandiendo de modo tenue sus fronteras imperiales.
Estas rutas comerciales también facilitaron un complejo sistema de esclavitud desde tiempos remotos. El sistema de trata árabe-islámico, que cruzaba el Sáhara, distribuía personas esclavizadas desde el Sahel hasta Oriente Medio y Europa. Las regiones del norte de África desempeñaron un rol central de intermediación en este circuito comercial. Este sistema se disolvió de manera gradual con el desarrollo de la Gran Trata Atlántica (siglos XVI-XIX), que reorientó el comercio y causó un cataclismo demográfico en gran parte del continente, especialmente en las riberas atlánticas y en el interior.
El norte de África ha ejercido una influencia decisiva sobre la historia de la parte subsahariana. Un ejemplo memorable en los anales es la invasión marroquí de 1591, que destruyó el poderoso Imperio Songhai, ubicado cientos de kilómetros al sur, con capital en la actual ciudad maliense de Gao.
Conflictos e interacciones más recientes
Los flujos de personas, productos e ideas continúan hasta el presente. Por ejemplo, el tráfico de drogas desde África Occidental se ha intensificado, con el norte de África actuando como intermediario en su camino hacia Europa. Marruecos, en particular, juega un papel central en la ruta de la cocaína.
Las migraciones también son un flujo constante. Personas del África subsahariana intentan desesperadamente llegar a Europa a través de rutas peligrosas que pasan por Túnez, Argelia o Marruecos. En diversas ocasiones, son víctimas de mafias de tráfico o perecen a la deriva en el Mediterráneo o abandonadas en el desierto del Sáhara.
Los flujos no solo son de personas y bienes, también de armas. Tras la caída de la Libia de Muammar Gaddafi en 2011, la distribución de arsenales ha sido un problema grave. Estos han sido aprovechados por grupos yihadistas que ahora campan a sus anchas por el Sahel, especialmente en Níger, Nigeria, Malí y Burkina Faso, lo que se ha convertido en una preocupación prioritaria en la agenda de seguridad regional.
Dos países se posicionan como líderes en el norte de África: Marruecos y Egipto, a los que se suma Argelia, enfrascada en una disputa por el liderazgo regional con la monarquía alauita. Rabat ha estrechado lazos con sus vecinos del sur, como demuestra el ambicioso proyecto de gasoducto de casi 7.000 kilómetros que busca conectar su país con Nigeria, a través de la costa del Atlántico, o la iniciativa atlántica en alianza y cooperación con la reciente Confederación de Estados del Sahel.
Egipto atraviesa tensiones con Etiopía por la Gran Presa del Renacimiento Etíope y, al mismo tiempo, ha buscado protagonismo regional al intervenir, dentro del panorama africano, en el prolongado conflicto libio y en la algo más reciente guerra civil sudanesa. En el marco de la última El Cairo se presenta como un actor estratégico para la paz en lo que se define en la actualidad y a nivel global como la peor crisis humanitaria.
Las relaciones entre Argelia y Malí se han deteriorado recientemente, a pesar de que en 2015 el país argelino fue garante de la pacificación en el norte de la conflictiva nación saheliana. Sin embargo, Argelia parece estar perdiendo su papel de intermediador en el Sahel en favor de Marruecos, que ha comenzado a forjar buenas relaciones con la mencionada confederación en el Sahel y la región en general, lo que demuestra el interés marroquí por no ser superada por Argelia.
Finalmente, Argel ha mostrado su solidaridad con la causa saharaui, en contra de la ocupación del Sáhara Occidental y de la propaganda marroquí del “Gran Marruecos”, un ideal que genera tensiones en la zona. Entre 1984 y 2017 Marruecos abandonó la Unión Africana disconforme por el reconocimiento del Sáhara Occidental como un país más del cuerpo, pero Rabat volvió a buscar instalarse como una potencia regional para lo cual se apuntó varios triunfos diplomáticos al ver reconocida su causa por Estados Unidos, España, Francia y Alemania respecto de la ocupación del territorio saharaui.
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