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Fanon y su crítica del colonialismo

Cien años del nacimiento del escritor martinico

 

Cuando se cumplieron sesenta años de la muerte del psiquiatra y filósofo martinico Frantz Fanon le dediqué un texto en base a su obra más popular, piedra basal de los movimientos de independencia en África, Los condenados de la tierra (1961). En aquel libro, el autor expuso sobre la psiquis alterada del sujeto colonizado, asemejado al perfil de un paciente psiquiátrico, de una persona neurótica a causa de la dominación, un “europeo lobotomizado”, un delincuente o un ser animalesco.

Esta vez, celebrando un siglo desde su nacimiento, me remito a una obra suya anterior, Piel negra, máscaras blancas (1952). Esta aborda la centralidad de ser genuino, el mensaje de no aparentar, ya que el colonialismo se erige sobre la hipocresía, la mentira, la represión de toda manifestación de la cultura local, y se sostiene en base a deseos reprimidos.

La vida del colonizado no es la suya: lleva una “no existencia”, él sería un “no-ser”. Una idea argumentada también en Los condenados… es que este sujeto, cuando duerme, tiene sueños de liberación y, a la inversa, durante la vigilia siente envidia por el colonizador, a cuya esposa hasta ansía poseer sexualmente. En suma, como se puede leer de igual modo en la obra de 1952, el estado de la persona colonizada es de alienación completa y víctima de la discriminación colonial que le arrebata todo valor y originalidad.

En Piel negra, máscaras blancas, partiendo de la polaridad ineludible blanco-negro y del supuesto de la afirmación consciente de la superioridad blanca, Fanon afirma que solo habría una salida para el negro y es la que desemboca en el mundo blanco. Es un elemento constitutivo y bien asumido en la civilización occidental, repasa el filósofo, lo blanco asociado a la virtud, a ideales de riqueza, belleza e inteligencia. En consecuencia, se lee en este ensayo el sufrimiento por no ser que deriva en que el negro quiera llamar la atención del blanco y aspire a ser como él. “Para el negro no hay sino un destino. Y es blanco”, resume de forma poética el integrante del Frente de Liberación Nacional (FNL), agrupación armada y partido político que condujo a la independencia a Argelia en 1962 tras casi una década de guerra.

Existe una dialéctica, agrega Fanon: si hay superioridad europea es porque del otro lado se da una inferiorización del indígena y, a propósito, sentencia que “el racista crea al inferiorizado”. En consecuencia, al absorber esta blancura, el colonizado obliga a su dominante a reconocerle la humanidad que reclama. Es decir, solo se convertirá en humano si logra asimilarse a la cultura impuesta del invasor (en teoría).

La neurosis

Una vez más vuelve a asomar en la obra de este referente intelectual anticolonial la idea de la psiquis alterada del colonizado (que solo sanará cuando el colonizador sea expulsado por la fuerza). Este sujeto, según la perspectiva psicoanalítica del intelectual caribeño, está alienado, enfermo, vive una existencia horrible y sufre de una “plena neurosis situacional”. Pero también el colonizador está enfermo, aunque desde una situación de privilegio. Ambos, uno desde la posición de inferioridad y el otro en la de superioridad, son esclavos de su condición, y esta se construye bajo una “orientación neurótica” que puede ser estudiada desde la especialización profesional del autor, al comparar al negro con quien sufre de algún tipo de trastorno neurótico obsesivo.

La condición de inferioridad del negro lo lleva a huir de su individualidad; esta se convierte en una situación intolerable, que estalla ante el blanco que no lo concibe como par. Eso se puede dar en forma de resistencia, de oposición, de protesta, según lista el psiquiatra los mecanismos de reacción frente al hecho colonial.

Además, esta persona atraviesa varios estados anímicos, que pueden ser tanto una inseguridad humillante, un resentimiento autoacusatorio o la más profunda desesperación. No obstante, aclara el psiquiatra, sea cual sea su estado, “a menudo, la actitud del negro frente al blanco, o frente a su congénere, reproduce casi íntegramente una constelación delirante, que afecta al ámbito patológico”. En definitiva, ante la inferioridad impuesta, la reacción del negro es la de construir un complejo de superioridad que no es más que una forma disimulada, hipócrita, de escapar a su condición colonial.

Antillano en el Caribe y en África, un negro más en París

En general, el antillano “se aproximará más al verdadero hombre cuanto más suya haga la lengua francesa”, escribió Fanon, agregando que el africano será más blanco cuanto más renuncie a la sabana, a su negrura y asuma los valores culturales de la metrópoli. Quien hoy cumpliría un siglo constata que el antillano está más “evolucionado” que el negro africano. En otras palabras, está más cerca del blanco y no se piensa negro, sino antillano, pero comportándose como un europeo. Por ello en el Caribe se enseñaba a despreciar el créole, lengua destinada solo para comunicarse con sirvientes e incluso prohibida por algunas familias, según la descripción del intelectual martinico.

Fanon constata una admiración devota por el francés, idioma entendido, muy a su pesar, como una herramienta de progreso y capaz de dar oportunidades. Por tales motivos, el antillano tiende a relegar su idioma y abrazar el francés. En un momento, el filósofo indaga: “Queremos entender por qué le gusta tanto al antillano hablar francés”. De todos modos, evidencia, cuando un antillano viaja a París ahí se percata de su negritud y es tratado como negro, al igual que los senegaleses y otros africanos. Puede resultar una paradoja que, según el integrante del FNL, este caribeño sea caracterizado como un negrófobo, una vez más asociando lo negro en el inconsciente colectivo, por oposición a lo blanco, como negativo (fealdad, pecado, inmoralidad, etc.). De todos modos, estas son ideas que, lejos de ser invención de Fanon, hunden raíces en la Antigüedad. En conclusión, en su obra se lee un lamento porque en la Martinica natal del autor sea costumbre afirmar: “un mal blanco que tiene un alma de negro”.

Sexualidad (y judeofobia)

Siempre al referirse a lo africano con un sesgo racista se cruza la lectura sexualizada, destacándose desde descripciones provenientes de la Antigüedad la potencia sexual del individuo. “Frente al negro, en efecto, todo transcurre sobre el plano genital”, explica Fanon, al referirse al prejuicio tan difundido de que los negros tienen tantos hijos que pierden la cuenta gracias a la libertad con la que se mueven en la sabana bajo una potencia sexual alucinante. Por su bestialidad y desnudez típicas, el salvajismo tradicionalmente endilgado los convierte automáticamente en sujetos altamente sexualizados. El escritor rescata un miedo muy recurrente: “quien dice violación, dice negro”. En resumen, según explica, la mayoría blanca asocia al negro con el instinto sexual no educado, la potencia genital por encima de toda otra característica y de las virtudes morales que ennoblecen, al contrario, a las sociedades europeas.

Es interesante un cruce que hace Fanon entre esta discriminación negrofóbica y la concepción peyorativa sobre la población judía. Siempre ha sido constitutivo de varias sociedades, anota el martinico, que el judío haya sido atacado por su identidad, por la historia del pueblo; pero no por su corporeidad, a diferencia del negro, que es objeto del ataque, el linchamiento en cuanto “personalidad concreta”. Reflexiona: “cada vez que un judío es perseguido, se persigue a toda la raza a través suyo”.

Más allá del uso errado del concepto “raza”, en lo que tiene razón la reflexión es en el hecho de que a ningún antisemita se le ocurriría la castración del judío, sino la esterilización o el asesinato, que contrasta notoriamente frente a la castración del negro. “El pene, símbolo de virilidad, es aniquilado, es decir, es negado”, remata el autor de Piel negra… Por esto último, concluye, la amenaza judía es reemplazada por el miedo a la potencia sexual del negro en cuanto peligro biológico, a diferencia del temor al judaísmo que responde más a un miedo de raigambre intelectual. En definitiva, la negrofobia es, en última instancia, el pánico a lo biológico. Así, ciertas sociedades blancas constatan dos amenazas, parafraseando al autor, el gobierno sitiado por elementos judíos y las mujeres por los negros.

Una posible hoja de ruta para la liberación

Piel negra, máscaras blancas enseña, al igual que el resto de la obra de Fanon, que la situación colonial solo debe ser superada tras ser interrumpida bruscamente por la irrupción de la lucha armada, de la que fue partícipe este influyente pensador enrolado en el FNL. Si el objetivo de este libro, tal como enuncia su redactor, estuvo pensado en orden a “liberar al hombre de color de sí mismo”, la forma de alcanzar esta meta debe homogeneizar a toda la sociedad. Para ciertos sectores, el llamado a la lucha puede llegar de la mano de la iluminación, pero, advierte, para la mayoría de la población, será resultado del hartazgo “contra la explotación, la pobreza y el hambre”.

En suma, esta lucha persigue el objetivo de liberar al súbdito de la esclavitud del vínculo colonial. La liberación violenta es lo que Fanon entiende como la superación del dilema “blanquearse o desaparecer” para tomar conciencia de su posibilidad de existencia y, así, vencer la condición lastimosa del “no-ser”.

Tal vez anticipando la futura lucha independentista que empezaría en Argelia dos años más tarde de la publicación de Piel negra… –y, en general, el ciclo de independencias en países de África–, además de reconocerse como un negro antillano, Fanon finaliza su libro del siguiente modo: “Yo, hombre de color, solo quiero una cosa… Que cese para siempre el sometimiento del hombre por el hombre… Que se me permita descubrir y querer al hombre, allí donde se encuentre”.

 

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