De lo que casi nadie habla: República Democrática del Congo
Una de las crisis más olvidadas del planeta no ha hecho más que recrudecer desde enero
Se trata del peor conflicto armado del cual se tenga memoria desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y que incluyó en el pasado la confrontación de casi una decena de países de África en forma directa, provocando más de 5 millones de muertes desde finales de los años 90 hasta el presente, pero de escasísimo interés mundial a pesar de lo que se encuentra en juego, sobre todo una riqueza inmensa en recursos minerales. Nada indica una mejoría sino todo lo contrario, desde enero las malas noticias continúan sucediéndose, pues en el noreste del tan castigado Congo están activos más de cien grupos armados, pero uno de estos, el M23, ha cobrado protagonismo en 2025.
Después de más de una década sin actividad, en 2022 reinició movimientos, pero los más marcados se dieron a partir de enero de este año cuando el día 27 capturó la ciudad más importante del este congoleño, Goma, capital de la provincia de Kivu Norte, la cual supera con creces el medio millón de habitantes. Días más tarde se hizo con Bukavu, la de Kivu Sur, y no detuvo su avance. El miedo se apoderó de la escena, entre relatos de masacres indiscriminadas por parte de los rebeldes, denuncias de cerco al periodismo y a agrupaciones de DDHH en las zonas ocupadas, se vislumbró la posibilidad de un avance hasta la capital, Kinshasa (unos 1.500 kilómetros) o hasta la ciudad sureña más poblada, Lubumbashi, evidenciando la debilidad del gobierno central. Sin embargo, el grupo actualmente continúa ocupando regiones del noreste congoleño habiendo avanzado unos kilómetros al sur de Bukavu pero reina la incertidumbre y la situación humanitaria continúa agravándose.
En la coyuntura de estos movimientos, se dieron múltiples escenas de pánico, de huidas masivas, alrededor de medio millón huyó (informaron desde Naciones Unidas), la muerte de más de 8.500 personas, conforme fuentes congoleñas, además de denuncias del apoyo exterior al grupo rebelde, apuntando más que nada a la vecina Rwanda como sostén de la agrupación rebelde a la cual la unirían lazos étnicos tutsis, hundiendo raíces en el complejo trasfondo del genocidio rwandés de 1994. En efecto, Congo es objeto de la rapiña más descarada por su riquísimo potencial minero en una región que vive afligida ya hace unos 30 años. En cuanto al potencial de riquezas, por ejemplo, durante 2023 Rwanda exportó más minerales que RDC cuando este último dispone del 60% del cobalto y de entre 60% al 80% de las reservas planetarias de coltán, entre otros numerosos recursos. Son “minerales de sangre” que en buena medida explican una de las razones más fuertes del conflicto que amenaza en convertir el panorama en una eventual “Tercera Guerra Congoleña”.
Intervenciones fallidas y paradojas
El común denominador de los intentos de pacificación en el noreste de la República han sido los fracasos y el malestar. De esto último, evidencia el descontento vivido en Kinshasa cuando turbas iracundas atacaron las embajadas de Rwanda, Francia, EEUU y Bélgica, en repulsa al accionar del M23 y acusando a esas naciones de respaldarlo. Por su parte, actores de peso como el G7 o la Unión Europea condenaron la ofensiva del M23 como una violación a la soberanía congoleña pero no mucho más. Pese a las acusaciones en su contra, EEUU (junto a Naciones Unidas) señaló a Rwanda como aliado incondicional del movimiento armado. Más reciente, Washington ofreció alianza a las autoridades congoleñas, al igual que a Ucrania, en tanto el aprovechamiento de sus ingentes recursos minerales a cambio de ayuda militar estadounidense. En realidad, sobresale la voluntad de constituir alianzas para continuar rapiñando el territorio. Sería el caso del respaldo rwandés al M23, que no es nuevo aunque la confrontación haya escalado, según denuncia Kinshasa. Varias rondas de negociaciones previas no pudieron allanar el camino al entendimiento entre el gobierno congoleño y Kigali, aunque Angola está intentándolo nuevamente (sería una ronda de negociaciones con inicio esta semana).
Los antecedentes en esta materia son malos y, si bien hubo una tregua acordada a comienzos de febrero, se respetó apenas una semana. Mientras tanto, de lo más destacado de la intervención de la regional de la comunidad de África oriental y de la SADC (sigla en inglés de la de los países de África austral) se puede mencionar la muerte de casi una veintena de soldados sudafricanos y, por parte de Naciones Unidas, trascendió la noticia del asesinato de un casco azul uruguayo de la Monusco, la intervención del organismo multilateral muy criticada y la más costosa desde la fundación de la ONU, junto a la de dos compañeros también sudafricanos.
Dos paradojas, para reflexionar, y a modo de cierre. RDC es víctima de sus virtudes. En buena medida, sin el coltán congoleño (por solo nombrar un mineral) la mayoría de los celulares no podrían ser utilizados, aunque no se es consciente de tal procedencia y de que esa explotación está teñida en sangre. Entonces, es central en varios aspectos la importancia mundial del Congo, para el rubro de las comunicaciones, el militar, en tanto inmenso pulmón verde del planeta, etc. Es por eso que, para una cantidad significativa de recursos de los cuales depende la humanidad, las reservas congoleñas son la solución, pero se observa que esa importancia es inversamente proporcional a las noticias que llegan de este confín africano, gigante, del tamaño de Europa occidental, pero invisibilizado. Un saqueo silencioso pero multimillonario en un territorio que alberga riquezas mineras por valor aproximado de u$s 24.000 millones y a cuyo conflicto también se lo ha llamado “la guerra del coltán”.