Cuando algo gusta en serio: excusa y promesa
Este texto es una breve presentación de excusas.
Obedece a un trazado, una suerte de recorrido personal y un breve balance de aquellos motivos que me hicieron elegir el campo de los estudios africanos (y asiáticos) como área de especialización, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad de opciones posibles en materia de elección académica.
Corría marzo de 2007 y me debatía en la infinita (aunque pude hacerlo finito rápidamente) respuesta al interrogante de elección académica: qué es lo que verdaderamente me gusta. El problema, si puede ser presentado así, es infinito: si hablamos de historia, me gusta todo período. No obstante, al interrogante le di un final premeditado, con el profesorado concluido y el título jurado, me acerqué a la Mg. Liliana Marisa Pineau, graduada y docente de mi facultad, motivado por el interés en estudiar algunas de las sociedades no europeas y las temáticas que el discurso académico occidental ha relegado.
Es decir, intenté enfocarme especialmente en los pueblos africanos y asiáticos, una buena parte de los que el antropólogo austríaco (pero criado como un inglés) Eric Wolf ha denominado «pueblos sin historia». Eufemismo para referir sin rodeos, aquellos colonizados cuya historia fue escrita por los colonialistas. Por mi parte el libro Europa y la gente sin historia, fue la lectura que más me gustó en toda la carrera (enteros, habré leído cerca de unos veinte, demás decir decenas de artículos y otros capítulos). Con lo cual no es poco, más allá de su impronta marxista, estimo que si bien la obra es de 1986, se mantiene bastante actual. De hecho, el libro todavía se incluye completo como lectura en la cátedra.
La preocupación por África la inculqué desde muy temprano (desde mi niñez, alentado por algunas lecturas prematuras) y se transformó en una verdadera aspiración cuando como alumno cursé en el año 2000 (mi primer año de carrera) Historia de la Colonización y la Descolonización y más tarde en 2004 Historia de África y Asia Contemporánea. Desde aquellos años iniciales en mi aproximación a la historia, el prejuicio (si se puede denominar de tal forma) y el etnocentrismo histórico presente en determinados enfoques vistos en mi facultad, me abrió los ojos respecto a la multitud de temas que son simplemente ignorados en la currícula de la carrera. Estas falencias probablemente pasan desapercibidas para la mayoría de los estudiantes de historia que transitan los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras (y obviamente al público más amplio), pero en mi caso estimo que fue diferente.
Volviendo a los antecedentes que motivaron mi elección, el genocidio ruandés fue un dato que me hizo mucho ruido en su momento pero de cuya naturaleza mucho no pude discernir hasta aproximarme al tema con las herramientas del historiador, en 2004 y de allí en más. Y, retomando un tiempo más cercano, lo anterior se repitió esta vez con la existencia del conflicto desatado en el antiguo Congo Belga en 1998. Dicho caso fue el asombro e interés que dio forma a mi trabajo de tesis, el cual ya defendí.
Como el mundo es global, y lo aconsejable es interconectar los temas (como intento en este blog), al tratar el tema de África Central dispararon otras cuestiones. De este modo, comencé a percibir ciertas conexiones -desapercibidas para la mayoría- de temáticas provenientes de ese rincón del mundo (y del África subsahariana en general) con nuestro suelo. En el momento de elaboración de mi tesis, noté con asombro la masiva afluencia de africanos en nuestra ciudad. Este hecho fue un disparador de la reflexión así como otro aliciente de peso para inculcar en mí el gusto e interés por lo africano, en particular. Así fue que me acerqué a ciertos eventos culturales, artísticos, etc. y contacté gente interesada y aquéllos que entregan su pasión y voluntad por la reafirmación de las temáticas afro en Argentina, como los directivos del Instituto de Asuntos Externos de Sudáfrica o la visita del embajador sudafricano a la Argentina, entre otros.
Es una buena oportunidad allanar el camino para desarrollar lo afro en este 2010, normalmente marginado de la producción académica y de la enseñanza, tomando como futuro hecho paradigmático el mundial a celebrarse en la cuna del antiguo régimen de Apartheid. Si los críticos dicen, el fútbol es el narcótico de la democracia (lo cual comparto pero a la vez, en forma personal, no puedo decir que no haga efecto), entonces habrá que «narcotizar» a la población para que por medio de Sudáfrica se interese un poco más por África globalmente hablando, y sus raíces en Argentina. La idea es que durante junio y julio, indefectiblemente la población esté interesada por África gracias a una mínima parte de ella, pero que ese interés perdure tras el final del campeonato (o a partir del momento en que la selección nacional quede eliminada, pese a la tristeza).
Cierro este post con una pregunta y a la vez un dato esclarecedor. Desde 2004 en Brasil es obligatoria en la enseñanza de la currícula escolar la historia africana. ¿Cuándo se va a adoptar este mismo enfoque en Argentina? O lo que es similar: ¿cuándo se va a (re)descubrir verdaderamente el legado afro en el Río de la Plata? ¿Acaso hay motivos para pensar que no se pueden seguir los mismos pasos que en el gigante sudamericano? Espero que este año germine un poco la inquietud y aflore la semilla del ansia de conocimiento. Este texto fue una excusa y a la vez una promesa.
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