África en los mundiales
África en los mundiales
Records, estadísticas y datos curiosos de la actuación de los seleccionados africanos en plena fiebre mundialista. También, una oportunidad para repensar la coyuntura y los desafíos del continente.
El mundo es global. El fútbol también. Pero a algunas regiones parece no haber llegado del todo.
La goleada más holgada en la historia de la FIFA (por ahora) tuvo lugar en Oceanía, donde Australia vapuleó por 31 tantos a nada a la debilísima Samoa Americana, en eliminatorias rumbo al mundial Corea-Japón 2002. Venía de vencer a Tonga por 22 tantos a cero y, dos días más tarde, superó su propio record. Parecen números de ficción pero quedaron registrados en los anales de la memoria futbolera y, sobre todo, en la de los humillados samoanos.
Los méritos de equipos africanos y los de jugadores del continente en los campeonatos internacionales de fútbol son escasos. Ocupan el margen de los records históricos y son, en varios casos, indicadores negativos.
Roger Milla, uno de los 11 que amargó el debut argentino en Italia ´90 y su baile patentado (Wanafrica)
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Las marcas mundialistas positivas africanas se reducen a sólo una. El jugador más veterano en convertir un gol fue el recordado Roger Milla quien, en Estados Unidos, en 1994, anotó un gol ante los rusos, con 42 años. Milla es considerado por muchos el mejor jugador africano de todos los tiempos. Una nota de color: su equipo amargó el debut argentino en Italia 1990.
Hubo que esperar hasta 1978 para la primera victoria de un equipo africano, fue el 3 a 1 de Túnez frente a México.
Camerún y Senegal son, al momento, los seleccionados del continente que mejor performance obtuvieron en mundiales. Ambos fueron eliminados en cuartos de final: en Italia 1990 el primero y en Corea-Japón 2002, el otro.
Existe un poco más de presencia en materia de logros negativos. Por ejemplo, el primer jugador en ser expulsado en dos mundiales consecutivos fue Rigobert Song (camerunés) sancionado en los Estados Unidos en 1994 y en Francia en 1998, siendo también el primer expulsado más joven del torneo. En ese último mundial, Camerún tampoco tuvo suerte en otra estadística: un jugador contrario le anotó la mayor cantidad de goles convertidos en un mismo partido (cinco, convertidos por el ruso Oleg Salenko).
Otros logros son más anecdóticos que históricos. El tunecino Riadh Bouazizi fue el capitán más salidor, reemplazado en los tres partidos que su equipo jugó en Alemania 2006. El serbio Milutinovic fue el técnico de más seleccionados nacionales, incluyendo la Nigeria de 1998. También se recuerda la curiosa clasificación a octavos de final en el debut mundialista camerunés, en Italia 1990, con tres partidos empatados y promovido sólo por escasa diferencia de gol.
El fútbol africano va en ascenso, pero sigue esperando el despegue. De ser sólo uno en 1934 por primera vez, a partir de Francia 1998 los equipos del continente han conseguido cinco plazas (y ahora son seis). Aquel equipo camerunés de 1990 sólo fue igualado por el combinado senegalés del mundial 2002 y África sigue esperando la presencia de un equipo que le dé una plaza en instancias posteriores.
En 1990, gentileza de Camerún, se perfiló la posibilidad de pensar que en 20 años el fútbol africano estallaría, pero todavía no lo ha hecho. Sólo hubo destellos ocasionales: uno fue el equipo nigeriano en 1996 y dos combinados juveniles que obtuvieron sendos títulos en 2007 y 2009. Todo eso, sin contar los jugadores africanos que brillan en las ligas europeas. Pero esos jugadores no son suficientes para contagiar la magia en sus respectivos seleccionados nacionales.
Esperando el despegue
Sudáfrica se preparó con todo para ser anfitriona de la máxima expresión futbolística: el mundial. Se invirtieron cerca de u$s 1.100 millones para garantizar la presencia de 10.000 policías más, mejoras en el transporte y la remodelación y construcción de nuevos estadios, que suman 10, tres de los cuales fueron construidos desde cero.
Las vuvuzelas comenzaron a aturdir en los estadios de Sudáfrica el 11 de junio de 2010. Son molestas, al punto que la FIFA pensó seriamente en prohibirlas, aunque se argumentó que ello implicaría ir en contra de las tradiciones locales, por lo que no se procedió en ese sentido. El jugador argentino Demichelis lo lamentó en el choque con Corea del Sur y algún otro futbolista puede convertirse en víctima del “enjambre”. Pero hay que respetar una excentricidad típica de una tierra que, por lo visto, interesa y se conoce poco.
Todos los medios argentinos hablan ahora de África. Se estremecen porque algunos visitantes argentinos fueron asaltados y, sobre todo, por la muerte de la bisnieta de Nelson Mandela en un accidente automovilístico el día del debut mundialista.
La FIFA quiso captar nuevos mercados futboleros celebrando por primera vez un mundial en Estados Unidos (1994) y otro en suelo asiático (2002).
Ahora va por más. Si bien en este momento parece interesar África, es posible que a partir de mediados de julio se disipe todo y una vez más se olvide al continente. De todos modos, África pisa fuerte. En el día de la inauguración, el partido (por cierto poco entretenido) entre Uruguay y Francia permitió ver un seleccionado galo con más jugadores acusando origen afro que la propia selección charrúa. Pareció la inversión de los términos de siempre, una antigua metrópoli negra y una ex colonia blanca. No hay que perder de vista eso, una paradoja que muestra la importancia de África en el mundo, aunque no siempre quiera ser reconocida.
El mundial Sudáfrica 2010 da lugar a paradojas, como la anterior. Si bien existen más, la central se reduce a algo sencillo: pensar en revalorizar un objeto popular y redituable en una tierra que se inaugura al efecto, para luego desecharla en el cajón del olvido. ¿Sucederá esto con África? ¿Será una pura coincidencia el festejo de los 20 años de la liberación de Mandela junto al primer mundial en el continente que se tiene por olvidado?
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