Internacionalismo cubano: vínculos entre Castro y Mandela
Tal vez la muerte del gran ícono mundial y líder sudafricano anti-Apartheid Nelson Mandela, un 5 de diciembre de 2013, no dé tanto que hablar como el deceso de Fidel Castro Ruz, personajes con mucho en común. Notorias figuras clave de la política internacional y de la historia del siglo XX, en todos lados se habla del fallecimiento del cubano, a los 90 años. Pero Castro, a diferencia del sudafricano, divide las aguas en dos como pocos personajes históricos lo han hecho en forma tan categórica, cuando en otros casos de prominentes personajes del siglo XX es más generalizada la repulsa. No hace falta abundar en ejemplos.
A diferencia de Mandela, quien se ha ido de este mundo sin grandes críticos (más allá de unos pocos racistas o de críticos de su gestión como primer presidente pos-Apartheid durante un lustro), es difícil pasar de largo por la historia de Castro sin ver despertar sobre él las más diversas pasiones, desde las que lo endiosan hasta la de quienes lo comparan con los peores carniceros del siglo pasado, de la talla de Adolf Hitler o Stalin.
El internacionalismo cubano, promovido por los Castro, dio sus frutos en África. Filas de combatientes de la Gran Antilla participaron en algunas de las luchas de liberación nacional y contribuyeron, entre otros actores y variables, a la formación de nuevas naciones en el Tercer Mundo. Los críticos del sistema indican que esos combatientes fueron enviados contra sus intenciones o, como mercenarios, sólo luchaban por la promesa salarial y en condiciones paupérrimas. Los apologistas recurren al idealismo y apoyan sus posturas agregando que no solamente fueron enviados a las entonces colonias de África militares, sino también técnicos, médicos y otros profesionales en solidaridad, como señalaría Frantz Fanon con Los condenados de la tierra.
Los cubanos en África también debieron intervenir en la lucha posterior, como en el caso de Angola, antigua colonia portuguesa que, de una lucha de descolonización contra la metrópolis (1961-1975), luego se batió en guerra civil hasta 2002; en suma, uno de los conflictos de época contemporánea más largos, aunque los cubanos se retiraron en 1990, lo que evidencia el agotamiento de la conflagración de Guerra Fría. Siguiendo sus coordenadas, los cubanos se habían aliado al liderazgo de Agostinho Neto, líder del Movimento Popular de Libertação de Angola (MPLA), contra la agresión de la oposición interna anticomunista y el apoyo externo, en particular el más provocador, el de la Sudáfrica racista, aquella contra la que Nelson Mandela se batió en una guerra diplomática y un arduo proceso de negociación que a principios de 1990 le devolvió la libertad, tras 27 años de presidio y comenzó el desmantelamiento del odiado Apartheid.
En contraste, los críticos anteponen el carácter dictatorial del gobierno cubano instalado en 1959, la lista de asesinados, el maltrato dispensado a los opositores en general, las desventuras de las Damas de Blanco, la dureza de vivir en la Cuba durante el período denominado de «régimen especial», tras el cese del apoyo soviético y la caída del bloque, la crisis de balseros y el mediático caso Elián González. Explican que la falta de analfabetismo y la ausencia visible de casos de desnutrición infantil son más tópicos de una propaganda pro régimen conformista y exagerada.
Blanco o negro, también hay que estar atentos a los matices. Todo ser humano presenta, cualquier sistema los tiene. Probablemente este escrito levante humareda entre apologistas y críticos. No se puede conformar a todos. Lo que sí, los hombres con intenciones de cambiar el mundo provocan estos efectos. Muchos objetarán que sólo han querido llevar agua a su molino, no obstante Cuba hoy es diferente y Castro queda en la memoria (se insiste: como sea). Mandela también, el africano más famoso.