El lugar de Colón: ¿cinco siglos igual?
Ayer se dio la que puede ser la principal efeméride de octubre. El día 12 en la historia americana es una fecha significativa. En el año 1492, como es bien conocido, la expedición que comandaba el genovés Cristóbal Colón, al servicio de los Reyes Católicos de la incipiente España, divisó tierra de un «nuevo» continente, dato que sería desconocido para todos los miembros de esa aventura y para el mismo Colón, que moriría años más tarde desconociendo que lo hallado correspondía a un nuevo continente y no a los confines asiáticos, como pensó.
Tradicionalmente esta efeméride simbolizó, desde una perspectiva eurocéntrica y racista, el encuentro de dos mundos, el «descubrimiento de América» (llamado «Nuevo Mundo») y también el «choque de civilizaciones o de culturas».
Sin embargo, desde los tempranos años 90, al calor de cambios globales trascendentes, como el nacimiento de un nuevo orden mundial tras el término de la Guerra Fría y, particularmente, gracias al surgimiento de enfoques que abogaron por la inclusión en la agenda social y política del multiculturalismo, junto al énfasis en el lenguaje y la reivindicación étnica, el tradicional festejo resultó atravesado por una incisiva reflexión crítica y una redefinición conceptual que cuestionó al emblemático «Día de la Raza».
En América Latina, desde principios de la década de 1990, fueron varios los países que readaptaron sus constituciones a los nuevos aires de época. Con ello quebraron la noción de naciones unitarias y homogéneas, lo que permitió incluir el aporte de la diversidad cultural. Colombia, en 1991, fue la primera en reconocer en su texto fundamental el carácter multiétnico y pluricultural de la Nación. México siguió similares pasos en 1992 y Argentina hizo lo propio en 1994. Luego siguieron más países a lo largo de fines de siglo y durante la primera década del presente. Uno de los últimos fue Bolivia, en 2009.
Contra el racismo
En la lucha contra el racismo a nivel regional y mundial se pueden enumerar tres hitos trascendentes En primer lugar, resultó un gran paso que Colombia haya sido la primera Nación en realizar el cambio constitucional referido. Esta transformación anunció cambios importantes en la agenda latinoamericana contra el flagelo racista.
En segundo lugar, en 1992, a lo anterior se sumó una gran campaña contra la celebración de los 500 años del mal llamado, al entender de sus detractores, «Descubrimiento de América». Aprovechando la coyuntura, agrupaciones de originarios de toda América Latina sacaron a relucir sus pancartas de protesta y llamaron la atención sobre el hecho de que, a partir del 12 de octubre de 1492, comenzó el saqueo y el etnocidio en América de la mano de la Conquista y posterior colonización, un proceso histórico que se mantuvo por espacio de más de tres siglos y resultó letal para las consideradas «minorías étnicas», las poblaciones originarias y los afrodescendientes. Algunos historiadores estiman que en ese lapso perecieron unos 90 millones de amerindios, el genocidio más grande de la historia humana (si se entiende como tal), y unos 10 millones de africanos. En definitiva, diversos colectivos antepusieron la demanda de «conmemorar» antes que «celebrar» un día trágico. Al respecto, el 11 de octubre fue renombrado «Último día de la Libertad en América».
Finalmente, un tercer hito global fue la repercusión tras la finalización (el 8 de septiembre de 2001) de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, llevada a cabo en Durban, Sudáfrica. América Latina y el Caribe fue donde tuvo más impacto su agenda y el compromiso de plasmar lo acordado. Al efecto, el cambio de contenido respecto del 12 de octubre ofrece una pauta acerca de la generación de conciencia, desde principios del siglo XXI, en relación a la lucha contra el racismo y el logro de sociedades más justas y plurales.
Revisando el «Día de la Raza»
En el panorama argentino, la prueba más palpable de que el debate que ocupa el 12 de octubre en la memoria histórica sigue abierto corresponde al de la ubicación de la estatua porteña de Colón, retirada de su lugar tradicional, el parque homónimo (detrás de la sede del Poder Ejecutivo Nacional, la Casa Rosada), hace pocas semanas. En consonancia con el planteo ideológico del gobierno de turno, que suscitó airadas discusiones, la obra fue trasladada a la Costanera Norte, un sitio de mucha menor visibilidad que el Casco Histórico. En el lugar vacante, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró el 15 de julio pasado, junto a su par boliviano, Evo Morales, la estatua de Juana Azurduy, heroína altoperuana de la independencia. Se trata de un movimiento simbólico de reivindicación de la conciencia latinoamericana, de una pretendida defensa de los pueblos ancestrales (que algunos representantes del movimiento critican desde una política indigenista) y de una reparación del orden material en detrimento de los males del colonialismo. Por otra parte, un proyecto de igual tenor ideológico se sustenta en la pretensión más antigua (pero de muy difícil realización, al menos a corto plazo) de desplazar la estatua cercana del ex presidente Roca, protagonista de la «Campaña al Desierto», y reemplazarla por un monumento a la Mujer Originaria.
La gestión actual fue quien cambió la naturaleza del «Día de la Raza», festejo decretado por el entonces presidente Hipólito Yrigoyen, en 1917, desde una lectura europeísta y apologética de la Conquista hispana. En 2007 el INADI propuso modificar la denominación, lo que se plasmó más tarde en el decreto 1584, firmado a fines de 2010, por el cual el 12 de octubre pasó a llamarse «Día del Respeto a la Diversidad Cultural». Este cambio alude al reconocimiento constitucional, a partir de la reforma de 1994, de la etnicidad, o sea, de los grupos amerindios (artículo 75, inciso 17), aunque una de las deudas pendientes sea la inclusión de los afrodescendientes. Ningún país de América Latina y el Caribe reconoce enfáticamente a los descendientes de africanos en el recuerdo del 12 de octubre, un día marcado por el dolor. Venezuela y Nicaragua, también en la primera década de este siglo, modificaron la efeméride tradicional al nombre de «Día de la Resistencia Indígena», también sin la menor referencia a lo afro (en dos países en los que esta última presencia es, en proporción, mucho mayor que la argentina). La conmemoración de octubre, a pesar de los cambios indicados, sigue sin hacer honor al reconocimiento de la verdadera dimensión de la diversidad cultural americana.
De los países hispanoamericanos, buena parte modificó la concepción de la clásica efeméride. Pero, en suma, el desafío es lograr afianzar la idea, no solo en Argentina, de que América entera es el producto histórico de sus tres raíces: europea, amerindia y negra.
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