Algunas impresiones sobre los afrodescendientes en Cuba
La cuarta edición del Foro “Raza y Cubanidad. Pasado, presente y futuro” tuvo lugar en La Habana los días 12 y 13 de diciembre de 2014. Organizada por el Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR) abordó la realidad y desigualdad de los negros en Cuba, en víspera de la declaración del Decenio Mundial de los Afrodescendientes (2015-2024). El objetivo de este artículo es repasar lo central del foro y, ante todo, exponer la realidad cubana desde la perspectiva abordada en esa instancia
Estadísticas tendenciosas
Las ponencias del Foro atestiguan una indiscutible realidad. Los afrodescendientes en Cuba atraviesan una época complicada y no gozan del reconocimiento que merecen, pese a que el intelectual cubano Fernando Ortiz sentenciara que sin el negro Cuba no sería lo que es.
Varios de los expositores insistieron en un dato remarcable. Siendo aproximadamente el 60% de la población de 11.7 millones de habitantes, el gobierno apenas reconoce que los afrocubanos suman poco más del 9%. Este ninguneo estadístico habla a las claras de la invisibilización e incide en un no reconocimiento evidente de las condiciones de vida.
La pauta de manipulación de las cifras obedece a la persistencia de un patrón colonial, blanco e hispanista, que propende al blanqueamiento de la población, junto a la paradójica existencia de 27 gamas de color, pero lo negro es motivo de desprecio, avalado por un esquema mental duradero que menosprecia la falta o ausencia de blancura.
No solo es cuestión de números, aunque esto sea lo más visible. En toda América Latina, al momento de constituirse los Estados-Nación en las postrimerías del siglo XIX, el modelo fue Europa. Si América se construye a partir de tres raíces, en el caso de la negra los gobiernos miraron para otro lado y en Cuba tendría que haberse dado crédito a más de la mitad de la población. Hoy día el cubano negro relega de su condición y la esconde. Más allá de las cifras oficiales, lo importante ha de ser cómo se
construye personalmente la identidad y no la referencia fenotípica. Siglos de oprobio esclavista y de discriminación son responsables de la exteriorización de la vergüenza al definir una identidad en la actualidad.
Las cifras que se expusieron en el Foro demuestran cierta marginación de los afrocubanos en la cotidianeidad, proceso que hunde sus raíces mucho antes de la Revolución cubana. Después de la tardía abolición de la esclavitud (1886), nunca se creó en Cuba un programa que elevara la autoestima del negro. La limitación del origen negro estuvo bien presente desde la República, instaurada en 1902.
En una de las charlas se mencionó el proceso de emigración forzada desde 1958 hasta el presente, el abandono de inmuebles y el fenómeno de “casa abandonada-casa tomada”, es decir: la ocupación de espacios por los representantes de la nueva élite política, sin representación de negros y mestizos.
Asimismo, en cuanto a partidos políticos y liderazgo, la representación negra apenas alcanza el 0.5%. Ni en el famoso Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) ni en el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR-13-M) hubo representación significativa de afrodescendientes. De todos modos, estar representado no elimina el problema de la discriminación ni el prejuicio racial.
Revolución y promesas
Al momento de irrumpir la Revolución, no pocos ancianos se esperanzaron con ver materializados los planteos del antiguo Partido Independiente de Color, brutalmente reprimido por el gobierno republicano en 1912. El gobierno nacido en 1959 selló la definitiva erradicación de la discriminación racial y estableció, en base a declaraciones rimbombantes, la idea de que en Cuba ya no había más racismo. No hubo medidas legales al respecto, sino que el problema ni se discutió al darse por implícita su solución. El régimen fijó otras prioridades, como el desarrollo de la economía, la salud pública, la educación, la lucha interna contra los enemigos y la solidaridad revolucionaria exterior. Todo ello marginó la discusión sobre el tópico del racismo y también de la prostitución.
A fines de la década de 1970, el gobierno atravesaba dificultades y adoptó la decisión adoptada de permitir el ingreso a Cuba de quienes se habían marchado por oponerse al régimen. Cierto relajamiento y cierta liberalización posibilitaron hablar un poco más abiertamente sobre la discriminación racial.
Sin embargo, 125 mil cubanos abandonaron la Isla por el puerto de Mariel en 1980, entre ellos muchos negros y mulatos, santeros y homosexuales, rumbo a Estados Unidos. Era el prolegómeno del denominado Período Especial, que sobrevino a comienzos de la década siguiente.
De esa época datan algunos intentos truncos de revitalizar el interés por el negro cubano, como el renacimiento de la antigua Sociedad de Estudios Afrocubanos como Fundación de Estudios Afroamericanos. Ni la Casa de África de Santiago de Cuba pudo reunir gran público, a pesar de ser uno de los principales referentes en tales estudios. Con énfasis en la religión afrocubana, las obras editadas a fines de los 80 y comienzos de los 90 no tuvieron la repercusión esperada. El mundo académico no puso las temáticas negras como prioridad en su agenda. Sin embargo, a partir de 1992 se perfilaron cambios. El Partido Comunista orientó a las instituciones de las ciencias sociales cubanas centrarse en el tema. El problema racial apareció en la escena, así como las denuncias a nivel político.
El Período Especial, tal como habían anunciado las autoridades, ahondaría las desigualdades. En este panorama se hicieron muy visibles problemáticas tales como la prostitución y la discriminación racial, que nunca desaparecieron.
En eso surgió el proyecto Color Cubano, de bastante difusión, aunque sin programa a corto o largo plazo. Si bien hubo iniciativas -con poca organización- para dar cuenta de la discriminación racial, el régimen atravesó años muy difíciles, que relegaron esa tarea y otras.
La crisis de los balseros (1994) marcó un clímax en la debacle del sistema que, a pesar de todo, se sostuvo. La protesta y la crítica frente a la problemática racial se mantuvieron en plano de catarsis y reuniones informales. Un hito importante fue la celebración del aniversario 90 del Partido Independiente de Color (PIC), fundado en 1908, en la cual se anunció a toda pompa el futuro festejo del centenario en 2008.
Fuera de lo académico se destacó, desde principios de los 90, la aparición del hip hop junto con un abanico de modalidades de protesta, como los grafitis. Las letras denunciaban, por ejemplo, que la policía pidiera siempre las credenciales de identificación a negros y mulatos, y muy pocas a veces a blancos. Algunos exponentes de este movimiento, que entusiasmó principalmente a los jóvenes, fueron invitados a eventos académicos que atrajeron también la atención de especialistas extranjeros hacia un debate muy productivo.
Diversos eventos académicos relevantes tuvieron lugar en la Biblioteca Nacional, con una participación no espectacular, pero sí importante dentro del círculo de interesados por los temas. Hubo uno paradigmático: la proyección del documental Raíces de mi corazón, de la cineasta Gloria Rolando, que narraba la historia del PIC. Sin embargo, vino a difundirse por televisión para 2008 y por única vez. Esa censura denotó la falta de interés de las autoridades por la problemática racial y la ausencia de programa de lucha contra la discriminación. En resumen, la deuda del régimen en ambos aspectos sigue pendiente.
Deudas pendientes hacia un 60%
La representación de negros y mulatos en diversas actividades no resuelve el problema de la discriminación racial, pero sí ayuda sobremanera.
En ese aspecto se debe trabajar y mejorar, puesto que las cifras disponibles no son aleccionadoras.
En la participación política, los números son magros. El Foro trató diversos aspectos de la economía nacional y cabe recurrir a las estadísticas en ese sentido.
Por ejemplo, para febrero de 1991, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el empleo público estuvo concentrado con 92% de la población blanca; en 1997, los empleados negros y mestizos del sector del turismo representaban sólo el 1.7% del total. Diez años más tarde, la situación había cambiado muy poco. En 2007, de cada 196 directivos y funcionarios del área de inversión extranjera, tres eran negros y mestizos. En 2011 la población afrodescendiente no tenía participación en el comercio exterior. Un año más tarde, el 86% de dicho segmento poblacional trabajaba en sectores no emergentes de la economía. Dentro de este grupo, de cada siete mujeres dedicadas a la venta ambulante sólo una es blanca.
Para entender el funcionamiento de la economía y la sociedad cubanas es importante la exposición de Manuel Cuesta Morúa, historiador y presidente del Partido Arco Progresista, quien acuña el concepto de “economía étnica” partiendo de las familias patrimoniales que se asentaron en el poder en las décadas de 1940 y 1950, en virtud de lazos consanguíneos. Así resulta que la familia Castro es la mayor rentista del país.
El modelo propuesto explica que las élites destruyeron los incentivos para las clases populares. Cuesta Morúa explica que hay una “ruta del esclavo interna” con mayoría de afrodescendientes. Por ejemplo, muchos jóvenes empobrecidos del este migran al oeste para buscar zonas más turísticas donde ejercer la prostitución. Como en el pasado, y en parte por su causa, los afrodescendientes ocupan los puestos más bajos del mercado laboral y son protagonistas del mercado étnico que Cuesta Morúa caracteriza como periférico, ilegal y de acusada pobreza técnica.
Recuérdese que un hito en la historia cubana del siglo XIX es la represión brutal tras la “Conspiración de la Escalera” (1844) que liquidó la existencia de una posible clase media negra. Entre 1933 y 1967, según el historiador, nace una clase media afrodescendiente, que resulta central en el modelo de economía étnica. Esta última escapa a la estatal, cooperativa y a la pequeña propiedad privada de reciente aparición. Es imposible desligar este tipo de economía de una “cultura de la pobreza” y de espacios informales y calientes como “La Cuevita”, un mercado negro (en el doble sentido de la palabra) y “megaferia” de productos impensables frente a lo poco que brinda la libreta de abastecimiento.
El precitado intelectual cubano califica este mercado étnico como parte de un modelo extractivo autoritario, que no considera a los afrodescendientes en su desarrollo. Una eventual solución consistiría en la modernización, que depende de un grupo mayoritario, precisamente aquél que comprende la mayor cantidad de pobres del país y se forma casi la entera población de más de cien barrios marginales, eufemismo con que se designan los lugares insalubres en que la población vive de forma indigna.
Son como los ranchos de Venezuela, las villas miserias de Argentina o las favelas de Brasil, distintas formas de denominar un único fenómeno que tanto el socialismo como el capitalismo han generado: la pobreza, unida a la exclusión y a la informalidad.
Objetivo del Foro
Una de las metas del Foro, conforme su declaración final, consiste en encauzar al cubano medio (por lo general negro o mulato) hacia una tarea proselitista, al empoderarse como miembro del colectivo afrodescendiente, acercársele por medio de actividades no solo académicas y ayudarlo en el reconocimiento como parte de una mayoría paradójicamente silenciada por la manipulación estadística estatal. El mayor problema es el miedo, que se presenta como la principal traba para involucrarse en el quehacer partidario, tal y como emergió en algunos de los debates tras las ponencias. Para sumar nuevas adhesiones, los participantes acordaron reforzar los vínculos horizontales con agrupaciones que trabajan idénticas temáticas en otros países de la región. El reto también es un llamado a la esperanza y a permitir que aflore la posibilidad de ver una Cuba diferente, donde el negro no deba sentir vergüenza.
Publicado en la Revista Identidades (Plataforma de Integración Cubana), Año 2, Nº 5, abril de 2015.
Para ver el original y el número completo: http://www.cubaintegra.org/revista-identidades.html#/